viernes, 13 de febrero de 2009

PERIODISMO CÍVICO: EL RETO DE LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA

Por: Rosa Pellegrino (*)
La actividad periodística, como parte de los mensajes difundidos por los medios de comunicación social, suele entenderse mediante el esquema de influencia directa sobre el público, concebida a través de la teoría hipodérmica y de la corriente empírico-experimental, entre otras.
Así, el lector, el televidente y el radioescucha, como miembros de la sociedad de masas, son directamente atacados por el mensaje (Wright, citado por Wolf, 1996). En otros casos, se entienden como sujetos activos en la recepción de los mensajes a través de su interés por adquirir información, su exposición selectiva al discurso periodístico y su percepción (op. cit.).
No obstante, el devenir del tiempo ha planteado la necesidad de entender la influencia de la actividad periodística en un nuevo sentido: aquel en el que el público también es parte activa dentro de la construcción de los productos generados por los periodistas.
Bajo esta visión, los fines del siglo XX y los inicios del XXI trajeron consigo el nacimiento de nuevas corrientes periodísticas, en las cuales los retos trascendían el simple hecho de relatar algo que sucedió para entrar en los caminos de la integración ciudadana.
Ejemplo de estos cambios lo constituye el periodismo cívico o público1, corriente ideada en Estados Unidos durante la década de los noventa para presentar a los ciudadanos un panorama distinto de las campañas electorales que se desarrollaban en este país (Angarita, 1999).
El impacto en el escenario de la comunicación política de esta corriente puede evaluarse en tres escenarios: la reivindicación del público dentro del esquema de comunicación política, un nuevo paradigma en el ejercicio de la responsabilidad social por parte del periodista y el cambio en la construcción del liderazgo político.


Ciudadanía, eje fundamental del periodismo cívico


Luego del proceso de revisión que algunos periodistas comienzan a hacer a través del periodismo cívico, el concepto de la ciudadanía empieza a cobrar un nuevo sentido. Vistos anteriormente como simples lectores o telespectadores, los usuarios de los medios comienzan a ser entendidos como miembros activos dentro de una sociedad que debe procurar el equilibrio de sus actores.
El desarrollo de los medios, especialmente de la televisión, ha hecho que el público se ausente de los debates que otrora copaban las plazas y el ágora romana. Sus apreciaciones suelen ser interpretadas de acuerdo a los resultados arrojados por las encuestas, pero el contacto directo queda relegado a un segundo plano (Mouchon, 1999).
Esta situación empezó a generar nuevas formas de interacción que permitieran retomar la presencia del ciudadano en el debate político, más allá del lugar que ocupan en la poltrona puesta frente a la TV. Durante los años 80, los franceses intentaron remediar la situación mediante la inserción de diversos modelos de representación del espacio público, siempre con el fantasma de la asimetría presente.
A pesar de los esfuerzos, el político generalmente cree que el simple hecho de aparecer en televisión resuelve la distancia con los ciudadanos por los cuales debe trabajar. Como consecuencia, se genera entre los ciudadanos un desapego capaz de atestiguar “la incomprensión y el desinterés por esas presentaciones juzgadas a menudo como demasiado formales y desconectadas de la realidad vivida cotidianamente” (Neveu, citado por Mouchon, 1999, p. 107).
Vista esta situación, una parte del sector periodístico creyó necesario observar al lector, al televidente y al oyente como ciudadanos que también deben aportar criterios al debate político, como miembros de la polis. Justamente, Howard Kurtz, de The Washington Post, asegura en su libro Media Circus que la producción de noticias se ha orientado más a los mismos periodistas, que usan el trabajo de sus colegas para criticarse mutuamente, que a la contribución para el desarrollo del diálogo nacional (De la Fuente, 2000).
Esa desconexión con las personas que forman parte de la sociedad en la que conviven es el reto a vencer por el periodismo cívico. Bajo consignas como “poner al ciudadano en el centro”, esta corriente tiene como fin último integrar al ciudadano a ese diálogo público en el cual sólo cuentan el político y el periodista, más en una lucha que en el aporte de datos para la construcción y redefinición de lo social.
Esa intención de repensar el valor agregado que la noticia aporta al debate público, más allá de una historia nueva que llega a los oídos del público, puede evaluarse con ciertas consideraciones en la concepción de agenda setting, teoría que afirma que la acción de los medios hace que los ciudadanos atiendan o descuiden diversos temas de su vida social, en un grado de valor marcado por los denominados mass media (Shaw, citado por Wolf, 1996).
No obstante, la influencia a largo plazo plantea problemas a nivel de comprensión de los temas entre el público. Mauro Wolf señala que los diversos factores que afectan al proceso de producción informativa para generar “distorsiones involuntarias” también cobrar importancia en la construcción de la agenda setting. Si el destinatario no puede controlar la representación social con otro parámetro distinto al de los medios, puede crear representaciones con matices distorsionados.
Esta situación, en que la concepción de mapas de acción para el ciudadano puede desfigurar el cariz de los problemas que realmente apremian, lleva a los comunicadores sociales a entender que sus notas o reportes pueden definir un esquema de prioridades que debe ser contrastado, precisamente, con la participación del ciudadano.
Ese peligro de crear falsas concepciones en torno a la vida pública fue una de razones para el nacimiento del periodismo cívico, pues quedó claro que la agenda creada por los medios no se correspondía en muchos casos con el sentir ciudadano.
Se entendió que los medios pueden ayudar a construir una agenda, pero su utilidad va a depender de su conexión con las situaciones reales de los propios integrantes de una sociedad determinada.
Concientes de la posibilidad de crear una agenda más útil para la edificación del diálogo público, ayudar a mejorar la calidad de la democracia y generar nexos más fuertes con la ciudadanía, los practicantes del periodismo público dieron un giro a la cobertura electoral con los “programas del ciudadano”, indicadores de los asuntos que realmente preocupaban al electorado.
Del mismo modo, otros medios propiciaron foros públicos que permitían la mayor participación del ciudadano, como una forma de abrir espacios en las discusiones que solían acaparar para sí los expertos y los miembros de grupos excluyentes (De la Fuente, 2000).
En cambio, otros apostaron por convertir a los periódicos en instrumentos de motivación para los ciudadanos, al hacerles entender que eran actores de la vida pública en potencia (op. cit.).
Una muestra de la redefinición del ciudadano como actor activo dentro de la comunicación política, a través del periodismo público, lo constituye el proyecto Voces Ciudadanas, desarrollado en Medellín, Colombia.
Dicho programa pretende superar el viejo esquema de influencia directa que se le atribuye al esquema de Emisor-Medio-Receptor, que sobrevalora los mensajes emitidos como el único insume requerido para sobrellevar los problemas propios de la vida pública.
De este modo, el proyecto aspira a “hacer coincidir a ciudadanos y medios masivos de comunicación en la definición y tramitación de una agenda pública.” (Maya, 2000, p. 46). Para ello, se combinan la investigación periodística, los informes periodísticos, los sondeos abiertos, las llamadas telefónicas y las conversaciones ciudadanas sobre aquellos aspectos que vecinos y reporteros consideran importantes en la escena pública, desde una perspectiva más deliberativa y propositiva.
Como se observa, el periodismo público es una alternativa en la comunicación política, al reunificar los eslabones clásicos de este tipo de comunicación: políticos, medios y público.

BIBLIOGRAFÍA
ANGARITA, Ana Marisol (1999). El periodismo público para una campaña electoral diferente. Trabajo Especial de Grado de licenciatura no publicado, Universidad Central de Venezuela, Caracas.

DADER, José Luis (1992): El periodista en el espacio público. Barcelona: Bosch Casa Editorial.

DE LA FUENTE, María Cristina (2000). Periodismo cívico o público. Historia y Comunicación Social, 5, pp. 189-202.

FERRY, Jean Marc et al (1998): El nuevo espacio público. Barcelona: Editorial Gedisa.

LEÓN MAYA, Adolfo (2000), “Voces ciudadanas: una opción de periodismo público y de ciudadanización democrática”, en Diálogos de la comunicación, núm. 57, pp. 38-47.

MOUCHON, Jean (1999). Política y medios. Los poderes bajo influencia. Barcelona: Editorial Gedisa.

WOLF, Mauro (1996). La investigación de la comunicación de masas. Barcelona: Editorial Paidós.

(*)Extracto de texto elaborado como parte de las actividades de la asignatura Comunicación Política, cursada por su autora en la Especialización en Procesos y Sistemas Electorales de la UCV en 2006/ Parte de las ideas aquí expuestas también se integran al Trabajo Especial de Grado que la autora presentó en dicha Especialización en diciembre de 2010 bajo la tutoría del prof. Miguel Latouche. Actualmente, se espera su defensa y veredicto.

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